[D&D-A] - Festivales en Lansdow, parte 2

Extenso racconto de nuestra sesión del 1/12/2012, en la cual concluyeron los Festivales del Fin del Invierno y se dieron interesantes combates que traerían inesperadas dificultades para nuestros personajes.



La sesión retomó el punto inmediato donde había concluido la sesión anterior, esto es, con Valyghar preparándose para participar de la competencia de esgrima. El mismo tendría lugar en un cuadrilatero montado sobre una puerta planar desactivada que servía como plazoleta principal al pueblo. Gradas improvisadas, balcones y techos de los casas aledañas se habían alquilado para este gran evento y la alegre muchedumbre servía bien para coronar el naciente atardecer.

Valyghar fue llevado a una pequeña carpa donde se le explicaron las reglas básicas de la competencia. Esta consitiía en tres rondas de combates singulares y no había restricción en lo referente al equipo (exceptuando, claro, la de tener que usar algún arma cortante). Sin embargo, todo equipo que fuese a ser utilizando durante la contienda debía ser previamente declarado a los organizadores para que estos pudieran barnizar las armas con un aceite mágico que nulificaba los cortes (transformando automático el daño en daño subdual). Valyghar no quería dejar su equipo en custodia de los organizadores, así que terminó optando (un poco a regañadientes) por declarar todas sus armas y continuar con los procedimientos.
Alexander, por su cuenta, no pareció interesarse en los inminentes combates de su amigo. Consternado por la noticia de que el agente del Fenix Negro que los había atacado en Argos parecía haberlos seguido hasta aquí, Alexander consideró una buena idea salir a su encuentro, para lo cual comenzó por buscar casualmente entre las personas de las gradas y en las calles aledañas.

El excéntrico presentador de brillantes vestimentas, pantalones desproporcionadamente largos (que servían para ocultar sus extensos zancos) y alta galera (todavía con la flecha de Alexander atravesada en ella), dio inicio al evento con una extensa presentación del invitado especial de este año, el León de Argos, quien contentaría a los espectadores luchando en la primera ronda. Su contrincante sería Marbin Rutio, un prometedor aventurero que, a pesar de su basta inexperiencia, ya se había tenido éxito en alguna que otra proeza.
Decir que el combate fue desigual sería un eufemismo. Valyghar se limitó a esperar que su cauteloso contrincante estuviese a la distancia justa para, en una única seguidilla de veloces movimientos, dejarlo completamente fuera de combate. Todo ocurrió tan rápido, y con tanta falta de esfuerzo, que el público necesitó un momento para entender lo que había ocurrido...¡y explotar en alegre celebración!
Valyghar fue entonces llevado nuevamente a su pequeña carpa, donde recibió la agradable visita de Sindel. Su seductora voz llenó la carpa con sugestivos halagos a las proezas físicas del León de Argos, acompañados por los infaltables comentarios irónicos sobre lo evidentemente fácil que había sido conseguir tales "proezas". Una vez más intentó aprovechar Valyghar la ocasión para hacer algún avance, pero Sindel volvió a cortarlo juguetonamente en seco, excusándose con que su combate estaba por comenzar.
Esto resultó ser cierto, y el show que la mercenaria supo dar a los espectadores fue, cuanto menos, muy interesante. Si de por sí su inusual belleza y gracia (reforzada por el hecho de combatir sin armadura) no fuese suficiente para interesar al público, Sindel se encargó de prolongar el combate haciendo acrobáticos movimientos y saltos. Así, si bien su oponente jamás tuvo chance real alguna, los espectadores alentaron y vociferaron a quien rápidamente supo ganarse su simpatía.

Landern
Momentos más tarde, Valyghar se preparaba para su segunda ronda en una pequeña carpa al costado del ring. Ligera fue la sorpresa cuando Landern, lider del grupo de aventureros conocidos de Alexander ingresó en la carpa, evidenciandose como su próximo oponente. Landern se mostró respuesto y carismático, felicitando a Valyghar por su técnica, pero sin cruzar la linea que separa al merecido reconocimiento de la mera adulación. Valyghar, desinteresado, se mostró bastante distante.
A cierta distancia de allí, Alexander seguía recorriendo las calles cercanas al centro del pueblo, buscando su elusiva presa. Pero no fue al sicario del Fenix Negro, sino a Sindel a quien se topó en su camino, saliendo de un negocio. La agraciada mercenaria no tardó en preguntar juguetonamente al muchacho si estaba perdido y si no vería la competencia de su amigo. Alexander fue directo al grano, y cortamente le respondió que estaba buscando a un peligroso asesino del Fenix Negro que los estaba siguiendo desde Argos. Pero Sindel no mostró el menor rasgo de preocupación y con un tono completamente casual dijo "Ah, sí. Si quieres enfentrarlo deberías alejarte del centro del pueblo. Pero deberías tener cuidado, es un guerrero muy hábil". La cara de Alexander se endureció un poco, pero no mostró sorpresa alguna: finalmente confirmaba sus sospechas. "¿Quien eres?" le preguntó, mirándola penetrantemente. Pero Sindel, con tono elusivo y juguetón, se limito a su habitual respuesta de "Solamente una chica intentando ganarse la vida" y se excusó para ver la pelea. Alexander no insistió y procedió su camino, alejándose del centro del poblado.

La batalla entre Valyghar y Landern comenzó con ambos guerreros midiéndose escrupulosamente. Valyghar volvió a combatir haciendo uso de sus dos armas, mientras que Landern se presentaba con una espada larga y un escudo redondo, adornado con extraños decorados. Cuando el combate finalmente dió comienzo, ambos guerreros mostraron una gran habilidad. Valyghar arremetía con veloces seguidillas de golpes, mientras que Landern se mostraba más defensivo, pero contratacaba con gran presición. Sin embargo, era a todas luces claro que el mercenario, a pesar de sus habilidades, no llegaba a la altura del León de Argos. La multitud estalló en vitoreos y exclamaciones cuando un golpe crítico de Valyghar consiguió desestabilizar a Landern, arrojandolo al suelo. Éste se escondió detrás de su escudo, el cual emitió una fuerte luz que aturdió por un momento a Valyghar...pero sus efectos fueron meramente pasajeros y, bajo los gritos de la multitud, el capitán de Argos despachó a su rival con una última andanada de golpes. El publicó celebró la victoria y los propios combatientes, tras ser atendidos por los organizadores, intercambiaron cumplidos y felicitaciones por sus respectivas aptitudes. Todo era algarabía deportiva en el centro de Lansdow.

Pero una situación muy diferente estaba por darse en en sus bordes. Con toda la gente reunida para ver la atracción principal del Festival, las calles que daban a la campiña habían quedado completamente desiertas y el silencio que rodeaba a las propiedades granjeras más alejadas del pueblo hacia manifiesto un aire de tensa soledad. Hacia un par de casas que Alexander había reconocido a una figura, cubierta con una suerte de poncho y un gorro puntiagudo y circular, siguiéndolo en completo silencio. Cuando finalmente consideró que había sido suficiente y que no había nadie cerca, el arquero se detuvo y dió media vuelta para enfrentar a su cazador-cazado. El monje, imperturbable  se detuvo a una cierta distancia y el sonido del viento acariciando la hierba pasó fugazmente entre los dos.
El silencioso asesino del Fenix Negro
Alexander intentó comunicarse con el monje, diciendole que no buscaba combatir, sino conversar. Que no tenía ningún sentido hacer esto. Que estaba rodeado de soldados del magisterio. Que ¿quién era, por qué los buscaba?. Pero a cada nueva interpelación, el sicario del Fenix Negro respondía dando un par de sigilosos, pero firmes, pasos.
Fue cuando Alexander consideró que la distancia comenzaba a ser demasiado corta que puso en marcha su plan b y, gritando su palabra de poder, tensó su mágico arco, cubierto con (ahora) brillantes runas. La capa y sombrero del monje volaron por los aires mientras este emprendió acelerada carrera contra el arquero, dándole tiempo para realizar un único disparo. Veloz y certera cortó la flecha el espacio entre los guerreros, pero fue interrumpido por una prodigiosa patada del monje, que la quebró en el aire. Pero eso no fue todo: la carrera del monje no se detuvo, y antes de que Alexander pudiese volver a atacar éste ya estaba sobre él, dandole furiosos golpes a velocidades inhumanas.
Pero el arquero mantuvo la compostura: haciendo un acrobático ruedo por el suelo tomó suficiente distancia como para liberar una seguidillas de flechas cargadas de poderosas energías mágicas. Una explosión que combinaba relampagueantes llamaradas con helada escarcha quebró el silencio reinante,  levantando una nube de polvo en la que el monje se perdía por completo.
La gran capacidad destructiva desatada por el arquero le dibujó un esbozo de satisfacción en su rostro. Pero este duro poco: la nube de polvo se partió en dos y de su interior, en inalterable silencio, el sicario del Fenix Negro salía propulsado con una nueva patada voladora que conectaba sobre el cuerpo del arquero. Otra maniobra, otra andanada de flechas, alguna interrumpida en pleno vuelo pero otras conectando y una nueva explosión. ¿Había algún grito de dolor? ¿Algún signo de fatiga por parte del rival? Nada. El polvo volvió a disiparse para descubrirlo en una extraña guardia baja, en la que parecía estar tensando todos sus músculos. Y, entonces, todo cambio.
Por imposible que pareciese, el monje del Fenix Negro había conseguido duplicar su de por si prodigiosa velocidad. Pero, además, arremetía ahora con mayor determinación contra Alexander y hacia muestra de novedosas técnicas. Lo que había comenzado como un golpe punzante en la axila del arquero se propagaba ahora como un fuerte espasmo que contraía cada uno de sus músculos, dejándolo completamente consciente pero absolutamente incapacitado, inmóvil... y vulnerable.
Con indiferente tranquilidad y rostro imperturbable, el sicario aprovechó la paralizis de su rival para tomar una poción curativa. Alexander pudo sentir como su cuerpo se liberaba, como sus músculos volvían a responderle lentamente. Pero antes de que esto le permitiese volver al combate, un golpe asestado con el canto de la mano en la cervical produjo una nueva oleada de espasmos y contracciones.... seguida por una sádica arremetida de veloces y despiadados golpes.
Con el atardecer comenzando a despuntar y asilado en completa soledad, Alexander cayó rápidamente en cuenta de su error. Si bien conseguía liberarse, de tanto en tanto, del golpe paralizante de su rival, éste rápidamente conseguía incapacitarlo nuevamente, aprovechando las pausas para tomar una poción curativa de tanto en tanto.
Poco a poco, con gesto imperturbable y sádica constancia, el monje conseguía someter a su rival. Paralizado y aterrorizado, Alexander era completamente consciente del tortuoso proceso de su derrota, al cual debía someterse involuntariamente y sin poder ofrecer ninguna resistencia. En la lejanía, los coros de felices pueblerinos festejaban la victoría de Valyghar sobre Landern. Un golpe final, devastador como el más fuerte martillazo, terminó por tumbar al guerrero sobre el duro suelo apedreado. Mortalmente herido, Alexander pagaba el precio de su grave error desvaneciéndose frente a su rival que, carente de toda expresión, caminaba tranquilamente a su alrededor tras haber alejado con su pie el arco de su rival. Finalmente, entre distantes coros de "¡Valyghar! ¡Valyghar!" todo se desvaneció entre las sombras.

En el centro de Lansdow la situación era diametral opuesta. El excéntrico presentador daba divertidos y extensos discursos, levantando la expectativa del público para el gran evento que estaba por ocurrir. Bajo un cielo completamente carmesí, Valyghar y Sindel se alistaban para la ronda final. Felicitaciones sugestivas y poco de habitual coqueteo entretuvo a los guerreros, mientras Sindel le comentaba a Valyghar como se había cruzado con su simpático compañero en el pueblo. El tono afectivo con el la mercenaria había mencionado el episodio intrigó al León de Argos, que le preguntó si le gustaba su compañero. Pero ella, en su habitual tono sugestivo, se limito a responder con una mirada penetrante mientras afirmaba que a ella le gustaban los hombres más viriles. Pero Sindel cambió rápidamente de tema, pidiéndole a Valyghar que no se contuviese durante la pelea y que le mostrara todo lo que podía hacer.
Para cuando los guerreros finalmente salieron a la arena, el público estaba completamente exaltado, vitoreando con todas sus fuerzas a ambos guerreros. Valyghar se sumó al gesto, pidiendo a viva voz un hurra para su hermosa contrincante. Sindel se limitó a hacer una pequeña reverencia, al público y al gesto "caballeresco" de su rival, pero rápidamente dejó de lado las formalidades, arremetiendo a toda velocidad contra la guardia baja de su rival. La mercenaria se movía con veloces y agraciados movimientos, utilizando un estilo de combate que Valyghar desconocía y nunca había confrontado: florete en mano, Sindel adoptaba complejas y flexibles guardias, muchas veces balanceando su peso con su mano libre. Frente a sus agiles y gráciles movimientos, el rígido cuerpo del León de Argos, recubierto de una pesada armadura completa, parecía completamente estático.
Sindel
El sorpresivo ataque de Sindel conectó puntos vitales con gran precisión y fuerza. Sorprendido y ofendido por la burlona expresión con la que la mercenaria aguardaba el contrataque, Valyghar arremetió con toda su fuerza, conectando una seguidilla de fuertes impactos en forma directa. Los golpes parecían brutales y el público estallaba en exclamaciones y vitoreos, pero (muy a pesar del daño infligido) estos no parecieron afectar el humor de la mercenaria. Tras una pequeña expresión burlona de dolor, Sindel lanzó un único estocaso contra el León de Argos y dio una acrobático salto con vuelta hacia atrás, tomando distancia del guerrero.
Valyghar no perdió la oportunidad y volvió a arremetir contra la mercenaria... pero entonces la estrategia de la hábil duelista se hizo evidente. Tranquilamente esperandolo en guardia, Sindel se mantenía a una distancia exacta y cuidadosamente medida, demasiado cerca como para que el guerrero pudiese realizar una devastadora carga, pero demasiado lejos como para que pudiera dar un paso y liberar toda su fuerza de combate. Lo que es peor, cada vez que Valyghar se acercaba a la duelista, esta lo recibía con un preciso golpe en algún intrincado recoveco expuesto de su armadura. Valyghar conseguía contratacar, sí, pero muchas veces Sindel evadía el entorpecido ataque sin demasiados problemas, respondía con floretaso y volvía a alejarse acrobáticamente del guerrero.
La escena se repitió una y otra vez, excitando cada vez más a los espectadores y reduciendo de a poco la aparente ventaja que Valyghar había conseguido en los primeros instantes de la batalla. ¿Había sido todo un mero plan de Sindel para darle un buen espectáculo al público?
Agotados y heridos, los guerreros llegaron a un impas en el que ambos comprendieron detenidamente su situación. Si Valyghar volvía a arremeter contra Sindel, sus contrataques lo dejarían fuera de combate. Pero si se quedaba quieto, pronto se volvería presa de los propios ataques de la mercenaria. ¿Qué hacer? ¡El León de Argos no podía ser derrotado frente a tanto público! La burlona mueca de Sindel brilló por un momento y antes de que Valyghar pudiese romper su indeterminación, la mercenaria se posicionó con un acrobático salto detrás del famoso guerrero, sosteniendo su espada contra su cuello.
"¿Qué tal un trato? Tu honor a cambio del premio y algo más..." le susurró al oído. Valyghar apenas si lo pensó un momento, y rápidamente asintió con un leve movimiento de cabeza. Como si una ráfaga de viento la hubiese golpeado, Sindel salió volando instantáneamente por los aires, dando un desgarrador grito. Se quedó observando al perplejo guerrero, que aún no podía ponerse al corriente de los acontecimientos. Pero esa perplejidad duró poco, y Valyghar rápidamente cargó contra la mercenaria, asestando un golpe imposiblemente malo contra su ahora inexistente guardia. Otro grito, otro salto desgarrador por los aires, y la escultural mercenaria caía "inconciente" al suelo, para deleite de todo el exaltado público (... y tranquilidad de Valyghar).

El estrellado manto de la noche cubría por completo el cielo para cuando la entrega de premios hubo finalizado. Valyghar aceptó, disimulando su vergüenza, la capa de resistencia que algún mago de Argos había donado para el evento, y procedió a entregársela a Sindel en más discretas condiciones. A ella parecía no importarle, en lo más mínimo. Ni el honor, ni la fama, y no quedaba del todo claro si el premio le interesaba tanto como molestar a Valyghar sacándoselo  Ella se excusó diciendo que hacía esto seguido, que era divertido y que (incluso quedando segunda) le servía como buena publicidad. Pero la conversación no pudo extenderse mucho, el concurso de baile estaba por comenzar y ambos tenían que alistarse... y conseguir una pareja. Lo claro se hizo obvio y, tras acordar bailar como pareja, cada uno fue por su lado a prepararse.

Una numerosa banda tocaba un calmo vals sobre una tarima en un enorme jardín, decorado con postes luminosos y poblado por numerosas parejas y muchas mesas con más individuos disfrutando del final de la velada. Valyghar llegó algo temprano, vistiendo un traje que algún pueblerino supo prestarle. Sindel se demoró un poco más, pero la espera definitivamente valió la pena: un delicado vestido negro de la más suave seda adornaba su cuerpo y, combinado con su pelo recogido, brillantes y caras joyas, y unos largos guantes, daban una imagen de la más altisima clase y finura, muy diferente a la primer impresión que los aventureros se llevasen en la taberna.
Sus modales habían cambiado radicalmente y su etiqueta era perfecta, dando la engañosa impresión de ser una inocente muchacha que en su vida solamente hubiese conocidos el ocio y la festividad.
Valyghar estaba encandilado. Conversaciones casuales poblaron los primeros movimientos del vals hasta que, entre los habituales intentos de cortejo y comentarios sugestivos, el nombre de Alexander fue mencionado. Valyghar no lo había visto desde que había comenzado el torneo y recién ahora caía en cuenta de ello, preocupandole un poco.
El aire mismo se congeló cuando Sindel dijo, con tono completamente casual y sin detener el baile, que Alexander había ido a confrontar al monje del Fenix Negro que los había estado persiguiendo, y que se había dirigido hacia los lindes del pueblo. Para hacer las cosas aún más escalofriantes, la mercenaría concluyó diciendo que "Deberías ir a verlo, ese asesino es verdaderamente muy peligroso. Podría estar en problemas", con una naturalidad que evidenciaba un directo conocimiento de causa.

Valyghar, helado, no pudo atinar una respuesta y, tras trastabillar unos pasos para alejarse de Sindel, salió corriendo a toda velocidad en la dirección señalada. Eventualmente llegó al punto donde Alexander y el asesino se habían enfrentado, y pronto pudo encontrar las marcas de quemaduras en el suelo que denotaban la ocurrencia de una feroz batalla.
Entonces lo divisó: irguiéndose sobre el techo de la única casa cercana e iluminado por las dos lunas entre las cuales se levantaba, se encontraba una gran tabla de madera y, encadenado a ella, Alexander. Valyghar se acercó corriendo a su compañero, sin saber si se encontraba vivo o muerto, pero debió detener su carrera en cuanto la escalofriante figura del asesino salió lentamente de atrás de la tabla, con su inquebrantable aura de perturbante silencio: Valyghar parecía haber caído, una vez más, a una mortal trampa. Sin su equipo y solo, se encontraba en pésimas condiciones de librar esta batalla.
Ambos guerreros se midieron un momento, con un silencio quebrantado unicamente por una briza particularmente fría, último remanente del invierno.
Entonces, así como apareció, el asesino se retiró por detrás de la casa y desapareció en las sombras. Sorprendido y aliviado, Valyghar pronto entendió la razón al escuchar los ruidosos cuerpos con armadura de los soldados del Magisterio corriendo hacia su posición. Dio un suspiro y escaló a ver la condición de su amigo: estaba gravemente herido, pero vivo. Y había sido hábilmente estabilizado.

El grito de Nemfre cortó la alivio de Valyghar. A viva voz y con duro tono le recriminó el estar siguiendo a "este idiota" y le advirtió que si continuaba siguiéndolo y si insistía en este viaje, ambos acabarían muertos. Valyghar no respondió, y Nemfre rapidamente cotinuo con su persecución. Ella tenía sus propias ordenes.

Entonces, Alexander volvió en si y, aún encadenado, se disculpó con Valyghar: - "Hize la idiotez de desafiarlo. Pensé que podría hablarle si lo enfrentaba solo. Pero averigüé que yo no era su objetivo. Cometí demasiados errores..." -
Valyghar prestaba escasa atención  chequeando frenéticamente las heridas de su amigo, asegurándose que todo estuviese bien. Finalmente, respondió: - "Tenemos que dejar de hacer estas. Tenemos que actuar como equipo, Alexander. Tenemos que confiar en el otro." -
- "Pero yo no confio en vos, Valyghar, porque me temo que no entendés cual es el peligro."
- "¡¿Y vos sí?! ¡¿Vos entendés la realidad?! ¿Cuál es tu solución? ¿Esconderse? ¿Luchar en soledad?" -

Nuevamente el silencio cayó sobre los aventureros. Extenuados y derrotados, ambos entendían que iban a tener que actuar de otra manera si pretendían mantenerse vivos. Y así, mientras volvían como podían a la posada, con una amenazante tormenta en el horizonte, ambos se prometieron un mayor respeto y confianza. Actuar, una vez más, como un equipo.
Fue durante esa lenta y penosa caminata de vuelta a la posada cuando los aventureros notaron que, además de la victoria, el asesino del Fenix Negro se había llevado el arco mágico de Alexander.

Notas para recordar:

  • Valyghar venció a Landern en duelo singular
  • Valyghar hizo un pacto con Sindel para que ésta le dejara ganar el torneo de esgrima de Lansdow
  • Sindel parece tener información respecto al monje asesino del Fenix Negro
  • Alexander combatió y fue derrotado por el monje asesino del Fenix Negro, pero este no lo mató
  • El monje asesino del Fenix Negro tomó el arco mágico de Alexander
  • Se acerca una gran tormenta
  • La sesión finaliza terminando el 3° día de viaje